Crecí protegida y amada incondicionalmente por mis padres. No fue hasta que salí de esa protección que experimenté algunos de los mayores dolores de cabeza de la vida. Me casé a los 15 años y tuve tres de mis cuatro hijos seguidos. Antes de cumplir 18 años me enfrenté a lo inimaginable y aunque pasaría gran parte del siguiente año sin saber qué vendría después, tuve que aferrarme fuerte a mis raíces, que eran mi fe y el apoyo de mi familia.

A la edad de 22 años me divorcié y me volví a casar con mi segundo marido, con quien tuve mi cuarto hijo. La vida parecía repetir patrones tácitos de infidelidad que decidí aceptar hasta que la sabiduría y el amor me hablaron y entonces decidí dar un paso adelante por mi cuenta y crear para mí lo que pensé que nunca podría obtener solo.

He pagado un precio para contar mi historia. Tuve que reunir el coraje y la valentía para superar las preocupaciones, los juicios o los pensamientos de los demás hacia mí y mi pasado. He caminado a través del fuego y ahora estoy retrocediendo para ayudar a otras mujeres y hombres a poder ver a través del humo de su pasado. También animo a todos a que puedan coger el bolígrafo en sus manos y reescribir sus historias.